“Éramos desconocidos que pasamos a ser grandes amigos”, comenta Agustín mientras le agrega unos troncos de leña a la parrilla improvisada para armar más de 300 choripanes.
Fede le da contexto a la frase: después de la inundación se paró con su guitarra en la puerta de su casa y también preparó embutidos al barrio. “El ánimo de la gente estaba muy fino”, recuerda.
Recibir donaciones, ayudar a un vecino y preguntarle que necesita, así se repartían los días en Naposta y en otros barrios de la ciudad recapitulan los organizadores de la iniciativa.
“Nos juntamos a celebrar eso, la vida” concluye Federico mientras en el barrio los vecinos y comerciantes aportan pan, aderezo y bebida para la ocasión.